UNA GRAN FAMILIA

Este espacio esta hecho para todos ustedes de manera a fortalecer mas la gran familia del COLEGIO NACIONAL DR. JUAN MANUEL FRUTOS

jueves, 18 de noviembre de 2010

EL BARROCO HISPANO GUARANI




EL BARROCO HISPANO GUARANI

TERCERA PARTE
IMPRENTA Y GRABADO
I

LA IMPRENTA EN LAS MISIONES JESUITICAS

"La aparición de la imprenta en el Río de la Plata es un hecho singular en la historia de la tipografía después de Gütemberg. No fue importada; fue una creación original. Nació o renació, en medio de las selvas vírgenes, como una Minerva indígena, armada con todas sus piezas, con tipos de su fabricación, manejados por indios salvajes, recién incorporados a la vida civilizada; con nuevos tipos fonéticos de su invención, hablando una lengua desconocida en el Viejo Mundo; un misterio envuelve su principio y su fin..."
Así se expresa Mitre (1) al hablar de la imprenta en las Reducciones Jesuíticas del Paraguay.
La imprenta de las Doctrinas no debe su lugar impar en el recuento de la cultura colonial a una temprana aparición. La primera imprenta sudamericana funcionó en Lima desde 1584; ya en 1539 había aparecido en México el primer libro americano, bajo el signo editorial de Juan Alemán Cromberger. El timbre verdadero de esta imprenta lo constituyen las circunstancias bajo las cuales surgió y se desenvolvió como empresa autárquica.
Desde el primer tercio del siglo XVII venían los Padres de las Misiones insistiendo ante los superiores de la Orden en la necesidad y conveniencia de que los misioneros pudiesen disponer de una imprenta donde editar los libros para la catequesis, especialmente los redactados en lengua indígena. Como es sabido, un sínodo de Lima, tiempo atrás, había establecido la obligatoriedad, para los misioneros, de conocer las lenguas aborígenes y utilizarlas en la evangelización. Desde 1570 funcionaba en Lima la cátedra de idiomas indígenas. En su República Cristiana de las Misiones, los Jesuitas llevaron al límite la consigna.
Aunque los superiores parecieron comprender desde el principio la oportunidad y conveniencia del pedido, pasaron muchos años sin que pudiera ser enviado al Paraguay el jesuita lo suficientemente versado en materia de imprenta como para asumir la empresa en esta área. No es que faltasen del todo los idóneos; pero todos eran pocos para las imprentas ya en funcionamiento. Sólo muchos años después aparecen en Misiones los jesuitas que han de poner en marcha la imprenta. En realidad, ya en 1658 había llegado al Plata el Padre José Serrano, y en 1680 el Padre Neumann; pero ambos desempeñaron diversos cargos y responsabilidades antes de radicarse en las Misiones y dar comienzo a su empresa. Porqué no habían iniciado esta labor antes, no lo sabemos. En todo caso, no principian su actividad imprentaria hasta 1700 (2).
Nicanor Sarmiento (3) transcribe documentación que insinúa que con anterioridad a esa fecha venia trabajándose en imprenta en las Doctrinas: según esos documentos, la fecha sería anterior a 1680. Qué obras se imprimieron, quiénes dirigieron los trabajas, no se declara. A no ser que se trate de los copistas de letras de molde de que luego se hablará: o de grabadores de mapas y gráficos. La imprenta funciona al comienzo, según parece, y luego desde 1713 hasta 1722, en Loreto, aunque algunos han sugerido que podría haber iniciado sus tareas en Candelaria, sede del Superior de las Misiones. En 1715, 1722 y 1724 funciona en Santa María La Mayor. En 1727 en San Javier. Según Peyret (4) y Lugones (5) funcionó también en Corpus, aunque no dan fechas ni razón de obras impresas. Gay (6) habla de una imprenta en San Miguel.
No se ha aclarado suficientemente la cuestión de si la imprenta de Misiones fue una sola, o si hubo varias en distintas Doctrinas. Por un lado, entre los libros que han llegado hasta nosotros, no hay dos editados, por la misma fecha, en distinto lugar. Esto ha dado margen a la idea de que la imprenta fue una sola, ambulante, que funcionó en las distintas Doctrinas de acuerdo a las necesidades; o quizás buscando familiarizar a los indios de cada pueblo con esta artesanía. Por otra parte, los tipos utilizados en la impresión difieren entre sí en medida suficiente como para hacer suponer distinta mano de fundidor tipógrafo, y por tanto distintas imprentas. Una tercera hipótesis concilia las dos anteriores: cada doctrina pudo haber tenido sus fundidores, sus componedores e impresores: lo único trashumante fue la prensa. Apoyan esta opinión los testimonios que nunca mencionan sino una sola prensa.
Esta prensa fue organizada y construida in situ, con materiales casi todos de la tierra. Del país las maderas para los bancos, cajas, tórculos: del país la piedra para las platinas (7). De hierro beneficiado en las Misiones las indispensables piezas de metal (8).
Acerca del material de que fueron fabricados los tipos hay muchos pareceres. Viriato Díaz Pérez (9) sostuvo que fueron de madera dura; Currea, que de cobre (10); Muhall que de bronce (11); en opinión de Furlong (12) "de una amalgama (sic) de estaño y plomo". Otros datos señalan que fueron de estaño.
Díaz Pérez se apoyó para su opinión en la plancha lografiada [b] de la colección de doña Elisa Peña, y también en las afirmaciones de Porto Alegre y Demersay. El parecer de Furlong tiene sustentación en el testimonio de Francisco Piera, que en 1784 pudo ver en Santa María La Mayor "una porción de caracteres de estaño, que llenaban hasta medio ceremin". Creo que este testimonio por ser de visu debe merecer mayor crédito: las afirmaciones de Porto Alegre y Demersay no pasan de opiniones. Como la plancha en poder de Doña Elisa Peña es con seguridad posterior a 1767, cabe pensar siguiendo al mismo Furlong, que ese procedimiento fuese empleado después de salidos los jesuitas, como un sucedáneo; cabe pensar también que fuese el empleado con anterioridad a 1700, si efectivamente se imprimieron libros en Misiones antes de esta fecha.
Si los caracteres fueron de estaño, metal demasiado blando para el efecto, (los tipos actuales son de plomo aleado con antimonio) ello explicaría que la impresión en muchos casos resultase borrosa, ya que el estaño se aplasta con mucha facilidad.
Y la imprenta de Doctrinas, como a sí misma se llamó, funcionó con obreros allí mismos formados por los mencionados Padres. Tipógrafos indios tallaron, grabaron o fundieron (según cuál sea la opinión que aceptemos entre las arriba expresadas) los tipos o caracteres requeridos; manos de aborigen manejaron las prensas y trabajaron las encuadernaciones.
El primer libro impreso parece haber sido Martirologio Romano (1700). No se ha conservado ningún ejemplar; hay noticia de que esta primera impresión resultó defectuosa, por lo cual se lanzó una segunda en 1709.
Tampoco ha llegado a nosotros ningún ejemplar del segundo libro impreso: el Flos Sanctorum de Rivadeneyra, traducido por el padre José Serrano, que según parece trabajaba en esa traducción desde 1685. Sucesivamente fueron apareciendo libros y folletos, hasta completar el número conocido de veintitrés títulos.
Algunos de los libros editados son volúmenes de trescientas o cuatrocientas páginas, y en más de uno se admira la claridad de los caracteres, la nitidez de la impresión, lo perfecto del diagramado. El menos feliz es quizá Sermones y Ejemplos, del indio Nicolás Yapuguay, en el cual se notan deficiencias debidas a la falta de elementos de alineación. Debemos tener en cuenta el previo adiestramiento de los indígenas en menesteres artesanales que exigían esmero y minuciosa atención. En efecto, aún dejando de lado la posibilidad de que antes de 1700 se hubiese ejecutado la tipografía en los talleres misioneros (sugestión de Nicanor Sarmiento, ya mencionada) hemos de recordar que ya de tiempo atrás, en rigor desde mediados del XVIII, venían los artesanos misioneros ejercitándose en la copia, a pluma, de gran número de misales, servicios diurnos, himnarios, e inclusive textos profanos; imitando los tipos de imprenta y reproduciendo también a plumas las ilustraciones. Dice a este respecto Xarque (13).
"...los indios llegaron a imitar con la pluma tanto la mejor letra, que copian un misal impreso en Antuerpia (Amberes) con tal perfección, que es necesaria mucha advertencia para saber cuál escribió la mano del indio. Y con este acierto copian una Sacra de las que sirven para Misa estampada en Roma con varias imágenes de la Pasión y Santos, como si fuera de molde..."
Y Peramás:
"Remedaban con la mano cualquier forma de letra, y aunque exhibieres ante ellos el más elegante de los libros, impreso en una de las impresiones más exornadas, de tal suerte la reproducían, que te quedarías después sin saber cuál era el original..."
También Peramás, en otro lugar (14):
"... copian con eminencia lo impreso, sacando el traslado tan semejante al original que es menester mucho cuidado para distinguir..."
No exageran estos testigos, y puede comprobarse su veracidad compulsando los textos copiados de mano indígena que se conservan, entre ellos el del Museo Conciliar de Catamarca (Ritual a dos líneas); el Paraquaria Eclesiae Aggregata, de mediados del XVII, en la Real Biblioteca de Munich, o Las Décadas (Virorum Illustrium) del Padre Techo en la BibIioteca Nacional de Madrid. La portada de ésta es un finisímo trabajo a pluma que reproduce con gran exactitud los valores del cartucho original. Se dice que en esta copia trabajaron treinta indios (Furlong), realizando alrededor de 180 viñetas y reproducciones de grabados.
Y sin necesidad de ir tan lejos: en el Museo de San Ignacio Guazú (Casa de los Padres de la Misión) se conserva uno de estos textos (parte de un volumen) copiado a mano imitando con limpieza y nitidez los tipos originales (15).
Este trabajo de copia se siguió seguramente practicando después de desaparecida, al menos aparentemente, la actividad imprentaria. Tampoco podemos desdeñar la habilidad adquirida por el indígena en su trato con el metal a través de la orfebrería, arte este que tantos puntos de contacto tiene con el grabado, hasta el punto de haberse señalado en los orígenes del grabado en metal en Europa, una fuente o raíz común a ambas artesanías (nielado, damasquinado).
La destreza en el trazo, la prolijidad en el detalle, la atención y minucia ejercitados por el indígena en la copia a pluma de letra de molde y en la orfebrería le sirvieron pues de provechoso punto de partida para el éxito en la nueva fase artesanal, la tipografía, en lo que se refiere al diseño de caracteres, su eventual burilado o su fundición.
A su vez, la práctica en la minuciosa copia a pluma de las ilustraciones de esos mismos textos, fue excelente ejercicio previo para el ulterior adiestramiento en la ilustración a plancha de madera o de metal, o sea el arte del grabado. Para la xilografía, no dejó tampoco de serle útil el trato previo y extenso con la madera a través de la talla.

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