La adecuada educación de niños y jóvenes es un propósito irrenunciable y estratégico para la sociedad paraguaya. La superación del atraso y la pobreza que sufre nuestra nación solo será posible a condición de que se haga una fuerte apuesta por la educación. Sin embargo, hoy ya no bastan ni mucho menos la instrucción elemental o los paradigmas que durante décadas delinearon los programas de estudio y planes curriculares. La educación podrá convertirse en una palanca de crecimiento económico y desarrollo social si pega un verdadero salto de calidad, mediante un mejoramiento sustancial y en el corto plazo de sus contenidos.
Este salto pasa en el mundo actual por la decisiva incorporación de las nuevas tecnologías y del enorme flujo de información representado por internet en las instituciones educativas. Estas no son las herramientas del futuro, sino más bien de un presente en el que bullen nuevas invenciones y aplicaciones prácticamente todos los días. Para cualquier país, quedar rezagado en esta materia es equivalente a un suicidio. Es así especialmente para naciones como la nuestra, relativamente pequeñas y con una economía débil, pero a las cuales la revolución tecnológica en curso les ofrece la oportunidad de quemar rápidamente etapas en su desarrollo. Habrá que recordar en este sentido el ejemplo de varios países del sudeste asiático, como Singapur o Taiwán, que han conseguido altos índices de expansión en pocos años. Ese ha sido el premio por haber tenido la profunda y valiente visión de colocar como prioridades -de toda la sociedad- la promoción tecnológica y la educación.
Para alcanzar la meta de transformar nuestras escuelas, colegios y universidades en verdaderas fuentes de conocimiento y, sobre todo, de innovación y pensamiento creador, se necesitan no solamente inversiones físicas, materiales. Es indispensable antes un cambio de mentalidad, un replanteamiento de todo el sistema educativo. En esta tarea deben estar involucrados todos los sectores, pero le cabe naturalmente una responsabilidad mayor a los docentes. El papel del docente en el ámbito pedagógico moderno está cambiando, pero de ninguna manera significa que pierda protagonismo. Es evidente que la antigua figura del profesor como el núcleo que irradia sabiduría frente a un pizarrón es una concepción que está siendo superada. Pero no ocurre lo mismo con la función directriz, orientadora, que el maestro ejerce en el proceso de enseñanza/aprendizaje. Es pues de vital trascendencia que las autoridades se aboquen a hacer del plantel docente nacional un actor preponderante en el nuevo modelo educativo que el Paraguay requiere y que se basa en la utilización de las nuevas tecnologías.
Fuente: La Nación.
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